Empecemos por el principio. Vivimos en la parte rica y blanca del planeta. Y no es rica ni es blanca por casualidad.
Vaya par de obviedades me acabo de marcar, ¿eh? Pero sigue leyendo, anda. Tengo cosas interesantes para ti, que te preocupa el triple balance de tu organización y que quieres dejar huella con tu empresa.
Vamos por el principio. Seguro que en el cole pintabas a niños de un país africano sin nombre, viviendo en chozas y sin zapatos. Tu tarea, como niño/a solidario y privilegiado, era mostrar generosidad con esos críos cada equis. Que si el Domund, que si las campañas de ONG de apadrina un pobrecito y mándale dinero para cuadernos y lápices… montones de proyectos e iniciativas destinadas a hacer un «poquito mejor» la vida de esos pobres desafortunados.
Y así, junto con la ayuda inestimable del cine, hemos crecido creyendo que los países pobres necesitan nuestra protección. Por eso los tratamos con paternalismo y condesdedencia, colocándonos en una posición superior. Sí, es inevitable, lo hemos mamado. Pero ya somos lo suficientemente mayores como para plantearnos las cosas, ¿no? Y, sobre todo, para hacerlas de otra manera.
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En el 2021, algunas posiciones ya huelen
Las marcas corren que se las pelan para reflejar en su marketing que son responsables, porque saben que las personas consumidoras cada vez lo exigen más. No estás aquí solo para ganar dinero, haz algo por el planeta y por la gente o me pensaré el comprarte.
Y así, sin reflexión, un mínimo de sentido crítico y autenticidad, las organizaciones se embarquen en campañas que son purito greenwashing, extrapolable a otros colores como el purple (cuando te acuerdas de las mujeres muy fuerte el 8M pero el resto del año chao) o el pink (ídem el día del Orgullo LGTBQI y todos esos logos con fodo arcoiris sin ninguna chicha detrás).
Por suerte, o más bien por desgracia, a estas alturas hemos tenido los suficientes escándalos con campañas vergonzosas como para continuar por esta línea.
¿Dos ejemplos? El de Ed Sheeran para la organización Comic Relief. U otras patrias, como Dulceida para su propia marca de complementos. Pero no hace falta tirar tan alto —véase famosos internacionales o mega-influencers—. El complejo del salvador blanco se puede ver con mucha frecuencia en Instagram, y sorprende ver las pocas críticas que provoca todavía.
Pero ojo, los y las influencers que se dejan llevar por el síndrome del salvadador blanco no son individuos con una ética dudosa. O bueno, no todos, ejem. La cuestión es que arrastramos muchos tics de nuestro pasado colonialista. Por eso la idea de que la misión de los blanquitos del norte es «salvar» a la gente pobre de África y, por qué no decirlo, civilizarles, pesa muchísimo en el imaginario colectivo. Pero ya hemos visto suficientes meteduras de pata como para no seguir tropezando en el mismo pedrusco. Vamos al meollo del post:
¿Qué es el complejo del salvador blanco?
El síndrome o complejo del salvador blanco son las prácticas que llevan a cabo personas como cooperantes, voluntarias o turistas en países africanos u otros países empobrecidos tras siglos de colonialismo.
Son acciones que percibimos como altruistas, pero que nacen de una posición de superioridad moral. Así, si echamos un vistazo al cine, el salvador (o salvadora) blanco salva a las personas racializadas de sus problemas y opresiones. Vamos, que es el bueno de la peli, enorme cliché que solo señala a las personas de color como incapaces de hacer nada por sí mismas y de trabajar para que su país salga adelante.
Esta forma de actuar, que apela a nuestro altruismo, solo sirve para reforzar la explotación en los países menos desarrollados, pasando por encima de la voluntad de esos sujetos a los que pretendemos ayudar.
¿Qué es el «volunturismo»?
De la unión de voluntariado y turismo, tenemos un término para nombrar servicios de voluntariado temporales y no renumerados en su mayoría. Es decir, voluntariado durante un viaje. Se perpetúa así la idea de que es positivo ejercer la caridad a sabiendas de que la vida de la persona blanca no cambiará, y que la de la persona pobre, tampoco, por mucho que les demos ropa o chucherías los días que pasemos por su aldea.
Es una expresión actual del colonialismo en toda regla. Y no, no vale el «menos es nada» o el querer darle un matiz «social» a tus vacaciones. Para hacer voluntariado de forma real necesitas analizar muy bien tus motivaciones, elegir el proyecto correcto, saber que debes tratar a los demás siempre de igual a igual, escucharles y, sobre todo, entender que justicia social y solidaridad no son para nada lo mismo que caridad. Y, asume, con humildad, que no vas a cambiar el mundo. No puedes.
Ayer fue sin duda, el mejor día de toda mi vida.
Después de dar lo último que me quedaba y quedarme sin nada, una matriarca se pegó a mí con tan solo 4 dedos de separación de mi frente.
Lo que ha vino después… con los ojos cerrados sabía que especie animal había a mi lado. pic.twitter.com/RtF6fxlFl3
— Ismael López Dobarganes (@IsmaelSantuario) September 8, 2021
Huye del paternalismo… y de la egolatría. Sí, también como marca
¿Qué hay detrás de tantas personas, con influencia o no, que continúan reproduciendo estos comportamientos?
Levanta la mano si conoces a alguien que fue de vacaciones a India y te comentó algo del tipo «he venido cambiada», o «son tan felices con tan poco… ¡tenemos tanto que aprender de ellos!». Todo después de llenar su Instagram durante semanas de fotos de sí mismo con niños del lugar, a modo de complemento. Sí, niños a los que si fueran vecinos de tu urbanización pixelarías la cara, pero en el caso de los de los países pobres da igual. Decir deshumanización es poco. De hecho, hay quien dice que el esclavismo y el colonialismo no han desparecido… solo han cambiado de forma. ¿Mal rollo, no?
Vale, María, estás hablando mucho de personas individuales, de influencers y tal. Pero, ¿cómo puede influir el complejo de salvador blanco en una empresa u organización con una importante «pata» social?
Me alegro de que me hagas esa pregunta. Sigue leyendo, que es gratis:
Tenemos que darle una vuelta a esas campañas de marketing, darling
Es un hecho que la mayoría de personas y organizaciones que perpetúan este posicionamiento tienen buenas intenciones. Pero eso no les exime de la responsabilidad de sus actos. Señalar las necesidades acuciantes de las comunidades más pobres es una tarea en la que se comprometen muchas personas famosas, apoyadas en ONG varias.
La tarea de denuncia, así como apelar a las instituciones internacionales para que se involucren es algo muy valiosa. Pero no debes posicionarte tú en el centro de la solución de esos problemas, sobre todo si quienes recibirán la ayuda son personas racializadas. No, hacer fotos a tu embajadora famosa junto a miembros de la comunidad a la que ayudáis desde tu organización no aporta nada positivo y solo os posiciona como salvadoras.
Entonces, ¿qué podemos hacer en la comunicación de nuestros propósitos sociales como organización y nuestro compromiso con la cooperación internacional?
10 consejos para no caer como marca en el complejo del salvador blanco
Si tu empresa tiene verdadero interés en tener un impacto real en sociedades empobrecidas, tienes que buscar cuidar con muchísimo mimo cada acto de comunicación. Pero, sobre todo:
- Cede el protagonismo. Dale voz a las personas que integran la comunidad aprovechando el tirón de las caras conocidas, que serán un simple reclamo, un intermediario.
- Cuida al máximo las imágenes. Nada de fotografiar a la influencer que apoya tu campaña abrazando o besando a niños con ropa sucia. Fotografíala junto a las personas que lideran la comunidad y las organizaciones que trabajan en el lugar. Pide siempre consentimiento a las personas que quieres retratar. ¡Igualito que harías en un país occidental, vaya!
- Destaca el trabajo que se hace desde las propias comunidades y desde las organizaciones locales. Pon en valor lo que ya hacen y destaca que es un trabajo de fondo que apoyas, no algo puntual para sacarle rédito.
- No vayas con el equipaje lleno ni con todas las tareas resueltas. Déjate los dineros y fomenta la economía de la zona. Piensa también en contar con profesionales del lugar para participar en la grabación de vídeos, la búsqueda de localizaciones, o cualquier otra cosa que pueda resolver mejor alguien local.
- No caigas en la «pornificación» de la pobreza. No, explotar visualmente la situación de las personas pobres no es una herramienta válida, éticamente, para conseguir más donaciones o simplemente simpatía hacia tu marca. El fin no justifica los medios.
- Ten muy en cuenta las particularidades del país elegido y de su población autóctona. Reconoce el papel del colonialismo, la esclavitud, los conflictos pasados y pesentes.
- No fomentes las donaciones, fomenta el activismo. Dar un par de euros y desvincularse del tema con la conciencia tranquila o… animar a aprender más sobre las causas del problema y las posibles soluciones, alimentando una acción regular y sólida. Hay diferencia, ¿no?
- Elige muy bien las organizaciones con las que colaborar o aliarte, porque tu marca quedará muy expuesta si las cosas no van bien. Mejor proyectos a largo plazo y con historia detrás, que colaboran o en las que participan personas o grupos locales para conseguir un impacto positivo.
- No des por hecho que lo que tú tienes es lo mejor, lo más deseado o la única solución para esas personas. Primero habla con la gente, conoce sus motivaciones. Apuesta por colaborar en lugar de llegar y pum, hacerte con el liderazgo del proyecto.
- Plantéate que igual es mucho más práctico donar fondos en lugar de trasladarte al país en cuestión. Si tu entidad quiere apoyar proyectos en países en vías de desarrollo, la mejor manera de garantizar que se pongan en marcha y funcionen es fomentar la actividad local.
Para echarnos unas risas sobre este tema tan serio, el Instagram de Barbie Savior:
Y alguna que otra parodia brillante como cualquiera de los vídeos de Radi-Aid que también son responsables de esta útil guía para gestionar las redes sociales en viajes de voluntariado y similares:
Lo que importa no es la intención, es el impacto real
No hay duda de que es un temón es un desafío encontrar el equilibrio entre historias reales, de las que «tocan», pero hacerlo sin banalizar la problemática de las personas afectadas ni dejar de lado las perspectivas de cambio social a largo plazo. Pero, si algo tenemos claro ya, es que no hay necesidad de reproducir estereotipos —como decía, la típica foto de niños pobres tomada desde arriba— y no sumar al enorme negocio que hay detrás de muchas iniciativas «solidarias».
Echa un ojo a este proyecto: No White Saviors, liderado por un colectivo sobre todo conformado por mujeres africanas con experiencia profesional en el sector de la cooperación. Si no te incomodan, es que no las estás escuchando 😉